EL DE PIES
LIGEROS
Todo es tan blanco. Oh, si
blanco como la espuma del mar cuando las olas bailan pululando entre las rocas.
Oh, querida Briseidas, extraño vuestro cuerpo sedoso frotándose contra el mío,
en aquellas noches en las que no existía más que nosotros y nuestro lecho. Antes,
cuando no era más que un chiquillo, hubiera dado cualquier cosa por dormir
eternamente. Hoy, aquí en el Erebo, daría cualquier cosa por cruzar ese maldito
río Aqueronte y regresar junto a mi amada.
Oh dioses bondadosos del Olimpo,
os pido una vez mas observar los rizos de la musa que inspira mis palabras. Ni
mi odio por el rey de Micenas cuando intentó llevarte de mi lado, y que por
poco me hace abandonar la lucha contra los troyanos. Ni la furia desatada luego
de la muerte de mi primo, o el bullir de mi sangre durante la lucha contra el
gran Héctor, domador de caballos.
No, nada de eso.
Ni siquiera la flecha
arrojada por el hijo de Príamo, que traspaso mi corazón con delicadeza, ha
podido hacerme olvidar el deseo a fuego que siento para con mi Briseidas.
—¿Señor?
—¿Quien osa interrumpir mi
letargo en el Hades? ¿Quien es aquel que le ha pagado al barquero Caronte para
subir a su bote y molestarme en mi descanso?
—Señor, es hora de tomar su
medicina.
—¿Eres tú acaso, mi
Briseidas?, ¿será cierto que los dioses me han concedido este deseo y me han
traído a la musa que da la luz a mis pensamientos?
—Ninguna Briseidas, Señor
Rodríguez. Hágame el favor y tome ésta pastilla. Aquí tiene el agua, tome toda
la que pueda porque no vengo hasta después de las 8 y el doctor quiere que lo
tenga sedado.
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ResponderEliminarque lindo relato amor, yo soy tu briseidas y vos mi aquiles
ResponderEliminarjeje :P TE AMO MI CHANCHO HERMOSOO!!!!